No, no, no, no, no. No están leyendo mal. Costó mucho englobarlo. Se necesitó mucho trabajo de investigación. Hubo muchas noches de insomnio para poder conceptualizarlo.
Un hombre que se debate entre la militancia y la vocación. Un pobre desgraciado con fe y con convicciones. Un ser inerme ante la desdicha de permitir a sus interlocutores pensar libremente o intentar convencerlos de una verdad parcializada. Una lucha encarnizada entre el mito de la objetividad y la prensa panfletaria. La convivencia imposible entre dos polos que, enfrentados se rechazan pero en paralelo se atraen pergeñando este engendro.
Nadie está exento de ideología. Un hombre puede no pertenecer a un partido político pero no puede ser apolítico. Si es posible pensar, se piensa de una manera y no de otra. Un periodista trata de ocultar de qué manera piensa aunque se le escapa inconcientemente en su discursividad. Muchas veces siente el deber de disimular su pensamiento pero “intencionalmente” utiliza términos para inducir a sus receptores a ponderar sus juicios o análisis. El profesional brindaría todos los datos posibles y ordenados, un abanico de especulaciones y un análisis imparcial para que el que está del otro lado, pueda armar su propia idea y elaborar sus conclusiones (no se da casi nunca, seamos sinceros).
El peronista muestra toda su estructura ideológica y todos los símbolos de la liturgia partidaria sin inconvenientes. Puede llevar un pin con los rostros de Perón y Evita en la solapa de su saco y responder, ante la “inocente pregunta” de quiénes son?: Papá y Mamá. Puede confesar que la convivencia entre voceros de la derecha y revolucionarios de la izquierda en el mismo espacio es inexplicable, pero que no hay por qué explicárselo a nadie. Puede intentar convencer a cualquiera y de cualquier modo que sus ideas son las correctas y enojarse mucho si no se le da la razón.
En realidad, estas últimas son características del Argentino ( Quién puede decir que no tiene un costado peronista?). El nativo de estas tierras es pasional, intenta imponer más que convencer; busca ganancias más que logros.
Y ese Argentino/ Peronista en función periodística puede estar en un Multimedios o en el Medio Oficial, en la Prensa opositora o en la favorecida por la pauta gubernamental (Nacional, Provincial, de la Ciudad, de donde quieran), calzándose una “camiseta” cual jugador de fútbol y gritando goles como un campeón. En este sentido, el discurso es unidireccional y dirigido a un solo destinatario: El que piensa del mismo modo. Por supuesto que también se dirige a un contra destinatario. El malo, el opuesto a la libre expresión o el golpista. Nadie a quien convencer de nada. O de un lado o del otro.
De esta manera se elimina cualquier posibilidad de análisis, cualquier apertura de pensamiento y cualquier discusión interpretativa sobre un artículo. El informe ya está desmembrado, masticado y deglutido.
La militancia es incompatible con el periodismo. Si se milita, se hace política. Si se hace periodismo hay que brindar información y noticias.
La mezcla de ambos es un híbrido que sólo sirve si es honestamente declarado como periodismo partidario. Sino se transforma en un engaño para un receptor que confía en la objetividad e independencia de los medios que en realidad son sólo panfletos.
Pero lo realmente increíble es la facilidad que tenemos para opinar sin información: con medio dato, ya adoptamos una postura irreductible. Y esa es la apuesta del poder (Empresarios, Gobiernos, Medios…llamalos como quieras): poca información y parcializada, igual a posiciones prearmadas.
Esto no quiere decir que un periodista no pueda opinar, ni mucho menos. Pero sin disfrazarla de noticia.
El compromiso social y el sentido común atraviesan -…de diferente forma. De acuerdo...- a todos los hombres y las guerras, de cualquier tipo, no sirven para nada.
Somos todos argentinos, somos todos peronistas, somos todos periodistas.
Dejemos los inventos a los inventores.
martes, 4 de mayo de 2010
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